«Como una cremallera que abre y cierra, el Camino une un paso a otro, vincula un origen con un destino». iWay, Villar López Valles.
Retomo mis escritos porque me debo y les debo este Camino, porque sé que muchos lo hicieron conmigo así estuvieran a diez mil kilómetros de distancia, o unas etapas más adelante.
Ya estoy en casa, sí, pero mi alma no sale de las montañas de Galicia y Asturias, del mar de Cantabria, de los amaneceres del País Vasco. Así que volveré a esos rincones que me hicieron tan feliz para vivirlos nuevamente con ustedes.
Espero que leerme a “destiempo” no sea un problema de tiempo, jeje.
Poo de Llanes
Este albergue fue como un pequeño oasis, recomendado por mi avanzadilla Dani, donde también él paró en un momento difícil, y su ambiente lo ayudó a recuperarse. Es un lugar muy cerca del mar, con un aire hippie muy especial: tiene un enorme patio atrás donde hay huerta, gallinas y frutales. La mesa de comer es para todos, todo el tiempo hay café y té y musiquita suave. Las montañas se ven hermosas, como niñeras de los peregrinos, jeje. O por lo menos así las veo yo.
Anoche cené aquí (la cena de la abuela) delicioso, pero no tenía ganas de hablar con nadie. Un alemán que estaba a mi lado tuvo que “soportarme”; el pobre intentó sacarme información pero yo no tenía ganas de hablar, y menos en inglés. Me fui a la cama temprano.
Dormí en una cama baja donde estaban un belga y un alemán. Roncaron… dios… ¡parecen estropeados! Pero esta mañana se fueron muy temprano, así que dormí como un lirón de 6 a 9 am. Desayuné con un sol maravilloso, café de verdad ¡cafetera italiana!, pan casero con mermelada y dos gatitos rondando por ahí. Leí y escribí un rato y me fui para una playa cercana a recibir al mar. O él a mí. Me fui en chanclas.
Playa hermosa, como una bahía muy cerrada por donde se metía el mar con unas grandes olas que quedaban atrapadas y se convertían en suave oleaje al llegar a la playa. Hermoso. Me tumbé y me quité la ropa, sólo me quedé en calzones (menos mal eran grandes y parecíán la parte de abajo de un vestido de baño, jeje). El tema de topless es tan común aquí, que yo feliz de estar en cueros.
Estuve leyendo un rato y luego me metí al mar. La palabra “helado” no alcanza a describir la temperatura del agua. Vamos a ver… buscaré otra… congelado. Nosotros acostumbrados al agua caliente del Mar Caribe, no se imaginan esto: agua recién sacada de la nevera. Me costó un poco acostumbrarme a la temperatura, pero sentí su poder: el poder del frío, del agua, de la energía del mar en mi pierna; cada vez que movía la pierna me dolía pero el agua entraba en el dolor. Me bañé delicioso.
Fue una tarde maravillosa de solo mar. No fue “soledad”, fue “solemar”.
Volví casi a las siete al albergue, me bañé y cené con todos. Estuve parlanchina -como siempre, jeje- con oooootro alemánn que quiere venir a Colombia y me estaba preguntando cosas, y yo feliz de animarlo a venir a nuestro bello país.
Heredaste el don de escribir y alguien muy amado estará feliz de comprobar lo bien que lo manejas.