Este título, contundente y enormemente significativo, fue el nombre de una conferencia magistral de Raymond Murray Schafer, compositor, catedrático, pedagogo musical, ecologista y artista visual canadiense, quien en 1970 acuñó el término «paisaje sonoro», para referirse a la grabación de sonidos medioambientales, que permitan apreciar la sonoridad de un lugar.
Y ya. Creo que este título, ese término y esa definición lo dicen todo. Me leí la conferencia completa (que se las dejo AQUÍ para los ñoños como yo, jeje) y me enamoré -aún más- de los sonidos, de todo lo que recogen, de dónde se albergan en nuestro interior, de cómo se descubren, cómo cambian, cómo mutan y siempre uno es diferente del otro. Maravilloso…
Esta pandemia ha sido un desafío para todos, de diferentes maneras pero desafío. Unos han perdido seres queridos, otros han perdido sus trabajos, otros hemos pausado la vida, la vida en las montañas. Porque ahora lo importante es cuidarnos y cuidar a quienes amamos.
Afortunadamente, y por bendiciones venidas directamente del cielo (así lo creo yo), tengo mi trabajo, y gracias a él me sumergí en el maravilloso mundo de los Podcast. Es allí donde comienza esta historia.
Buscando diferentes opciones o medios para comunicarnos con los estudiantes (recuerden que trabajo en un colegio), a un grupo de profesores y a mí nos pagaron un curso de Podcast, para que usáramos esa herramienta dentro del aula o -en mi caso- con la comunidad.
Hasta ese momento los Podcast no me decían mucho; los tenía referenciados y tal vez había escuchado alguno, pero no era que me «entusiasmaran». De hecho, ni siquiera creía que mi voz registrara bien ante un micrófono.
La primera tarea del profe Mauricio, fue que recomendáramos al grupo del curso, algunos Podcast que nos gustaran, y pensar sobre qué tema o formato nos gustaría hacer un Podcast para el colegio y uno personal.
Fue allí donde se abrió la caja de Pandora. Comencé a buscar Podcast y mis primeras pesquisas me llevaron a formatos de entrevista (seguramente porque soy periodista) y relacionados con temas ambientales y feministas, dos de mis áreas favoritas. Desde ese día no veo Netflix, solo oigo Podcast… apareció el formato ficción, narración y ya mi Playlist de Podcast es más grande que la de «Música para correr». Bueno, estoy exagerando un poco, pero por lo menos sí es la que más escucho.
Por otro lado, cuando pensé en mi Podcast profesional y personal, también fue como una epifanía, como si todo el tiempo hubiera sabido de qué quería hablar, lo cual me emocionó enormemente y no me hizo dar vueltas, sino que me puse a trabajar inmediatamente.
Mi Podcast del colegio es formato entrevistas a papás/mamás/empleados de la comunidad tan talentosa que tenemos. Y mi Podcast personal… mi pequeño tesoro… desde ese día uno dije: relatos sonoros de la montaña; historias de montaña con sonidos de ésta. En ese momento no conocía el hermoso término «paisajes sonoros» que lo recoge todo, todito, todo.
Y la magia comenzó a pasar… busqué mis diarios de viajes, archivos de video, fotos y comencé a darle vida. Así me siento: dándole vida a un proyecto que a su vez me da vida a mí, porque me hace sentir viva, emocionada e ilusionada. Me hace aprender, leer, escuchar. Uno cree que oye pero no… realmente no como debería. El sentido del oído -el pobre- ha sido un poco relegado, como que lo damos por hecho y le regalamos el protagonismo a la vista que es la que se conecta con imágenes «llamativas». Pero los sonidos, si nos ponemos en ellos, son más llamativos que las vistas.

El oído, como el olfato, el gusto y el tacto son tímidos, pero sensibles. En un micro segundo de conciencia plena puedes estar escuchando cuatro, cinco, diez sonidos diferentes, estés donde estés. En la ciudad: conversaciones de personas, llantos de bebés, risas de niños, pitos, frenos, vendedores ambulantes, músicas de diferentes tipos, motores, pisadas, golpes; un avión que pasa a lo lejos, un perro ladrándole a alguien, una mujer cantando en una ventana, un vendedor ambulante… en fin.
En el campo, para comenzar, ¡las decenas de cantos de pájaros!, las vacas, los perros, el gallo, la oveja, el burro, el ternero llamando a la madre… el susurro del viento en los árboles, la música del agua, de una quebrada, un río o la lluvia que se acerca, o ya cayendo en tu espalda.

Mientras escribo esto, pienso que debería hacerlo en audio, jeje. Pero bueno, la escritura es mi primera fuente de comunicación, el legado de mi padre, y si no supiera escribir (de corrido, como decía), tal vez no tendría nada qué contar, ni escrito ni hablado.
Así que seguiré escribiendo, esta vez para relatar historias y paisajes sonoros, para que todos podamos ir a la montaña con un relato que viene del corazón.
¿Que dónde se puede oír? En este LINK pueden escuchar la intro, y a partir del 6 de agosto, Relatos Sonoros de la Montaña estará en todas las plataformas de Podcast, y paralelo saldrá la crónica aquí en Lapensadera y en EstoyVivo con fotos y otros datos. Así que pendientes.
Gracias por leerme. Y ahora por escucharme.

Para finalizar, les comparto una frase muy poderosa del escritor francés Jacques Attali, de su libro «Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música», que seguro los hará hacerse responsables por sus sonidos de ahora en adelante: “Desde hace veinticinco siglos el saber occidental intenta ver el mundo. Todavía no ha comprendido que el mundo no se mira, se oye. No se lee, se escucha. Nuestra ciencia siempre ha querido supervisar, contar, abstraer y castrar los sentidos, olvidando que la vida es ruidosa y que solo la muerte es silenciosa: ruidos de trabajo, ruidos de los hombres y ruidos de las bestias. Ruidos comprados, vendidos o prohibidos. No ocurre nada esencial en donde el ruido no esté presente”.