“Cuesta comprender que nos pasamos media vida persiguiendo cosas que nos hacen daño. Cuesta demasiado darse cuenta, y lo que más cuesta después es deshacer el desengaño”. Marwan
Cuerres – La Isla: 26 kms
Esta mañana Katrina nos levantó a las 7:30 am con música… qué momento tan especial, jeje. Esas son las cosas que se aprecian desde el corazón. Y el desayuno… bueno, d e l i c i o s o. Unos panes riquísimos, café de verdad, jugo de naranja, pero lo mejor, la sonrisa de ella y la energía tan bella que dejó en cada uno de nosotros con su abrazo de despedida.
Salí a caminar con la pareja de catalanes: Jordi y Mariona. ¡Resultó que Jordi hablaba más que yo! jajajaja, y eso de alguna manera hizo que se fuera más rápido el día. Hace muchos días que caminaba sola y tener compañía -en español- fue relajante, fue como un baño en el mar.
Caminamos a muy buen ritmo, nos llovió un poco pero disfrutamos del camino: en un punto volvimos a salir al mar y estaba muy nublado, no había límite preciso entre cielo y mar, era como si se desdibujara esa frontera; luego subimos a unos los acantilados, el mar embravecido, el Cantábrico que es como un ser de temperamento fuerte, serio, que te mira intenso, profundo, pero que en el fondo es hermoso y tierno, y te enamora locamente.
Nuevamente a los 20 kilómetros me comenzó el dolor de la pierna pero lo ignoré; es mi nueva técnica, jeje, junto con vendármelo para “aprisionar” el dolor; caminé y ya. Cuando llegamos a La Isla (que no es una isla), Jordi y Mariona seguían hasta un pueblo más adelante y me pidieron seguir con ellos pues fue una maravillosa jornada de charlas y risas pero no, no podía, ya tengo claros mis límites y lo que necesita mi cuerpo, así que nos despedimos y cada uno siguió su etapa. Así es el Camino, así es la vida.
Llegué al albergue, luego llegó un chico argentino, Matías, al que había conocido dos días atrás y nos pusimos a conversar. Mucho más tarde llegaron las italianas, una alemana y un chico holandés que estaban en Cuerres. Al final fuimos como ocho peregrinos en un albergue como de quince literas.
En la noche hicimos una cena comunal: comimos tortilla española, aceitunas, anchoas (de Santoña), delicioso pan, una sopa de sobre (guacala, jeje), arvejas, chorizo y vino que nos regaló una francesa que llegó al albergue. ¡Estuvo deli!
- Dani ya va en su segundo día del Camino Primitivo. Nos hablamos todos los días y es una alegría para mí que exista(s) en este AQUÍ y este AHORA.
Caro: al leer esto y saber que escribes desde tu casa, mucho tiempo después de haber acabado el camino, me pregunto por cómo cambia la experiencia después de haberla pasado por la memoria, por la segunda escritura…
Besos, te seguiré leyendo.
Cata: se escribe con la misma intensidad porque se vive nuevamente. Me encanta esta oportunidad de escribir un recuerdo 🙂