«Lo que llamáis azar no existe. Hay una causa para todo efecto y todo efecto es la causa de otro efecto. El universo no es sino una gloriosa red de fenómenos casuales». Mónica Gae
Villapañada – Bodeyana: 29 kilómetros
Gran día el de hoy, esto es como un carrusel donde se sube y se baja todo el tiempo, pero ahora se sube y se sube. Estuve muy feliz de todo lo que me dio el Camino.
Salí como a las 7:30 am, que aún es de noche. Grave error. Estaba muy oscuro y nada más llevar creo que 100 metros, me perdí como un kilómetro. No veía más señales y dudé. Estaba super oscuro pero salió un niño de una casita (iba para el colegio, de noche, cabe anotar, porque cada vez amanece más tarde) y le pregunté si por ahí iba el Camino y me dijo que no. ¡Chanfle! devuélvase… otro kilómetro, jeje.
Pero nada más tomar rumbo fijo fue todo verde, trocha, barro, caminito precioso. Me demoré 10 kilómetros en encontrar donde tomarme un café, ufff, es que el Camino Primitivo tiene menos pueblos y más distancias. ¡Me encanta! Paré en Cornellana, que fue donde durmió Dani en su paso por aquí 🙂 Allí había un monasterio hermoso con albergue.
Después de dejar el pueblo me encontré con Víctor y con un ¡brasileño! ¡Más latinos! Se llama Iván, y caminamos los tres -y a muy buen paso- hasta llegar a Grado. Allí hicimos parada técnica, cervecita, jeje, me compré una bocata de tortilla pal’ almuerzo y seguí sola. Iván se fue antes y Víctor se quedó.
Ese último tramo de siete kilómetro estuvo brutal, subida todo el tiempo. Pero ¡Qué bonito! De verdad… estoy tan feliz de estar este Camino, de encontrar nuevos motivos para sentirme feliz, de hacer los pasos de Dani que sigue siendo mi avanzadilla, de reencontrarme conmigo, de no sentir ya ningún dolor. No lo puedo ni creer.
Todo el tramo de hoy fue hermoso: pasé ríos, puentes romanos, barro, hasta hubo lluvia y mucha neblina en un tramo. Qué rico disfrutar y vivir ese momento y nada más.
Llegamos al albergue más bello del Camino. De veras. Es privado, lo lleva David, un ser increíble que nada más llegar te hace sentir como si fuera tu amigo y los peregrinos tu familia, porque a la final llegamos casi los mismos de ayer. Baño, la ropa nos la lavó David (amé) y cena deliciosa con regalillo incluido: un pin de la flecha -amarilla- del camino.
Allí nos unimos Víctor (madrileño), Vicente (Valencia) e Iván (Brasil). Así va mi parche 🙂
Me sienta bien conversar, reírme y alejarme un poco de mi cabeza.
