«SUMA YUYAY / SUMA KAUGSAY / KAUGSAN KAMALLA».
Buen pensamiento, buen vivir, mientras vivamos.
Lengua Iguana Putumayo.
Bodenaya – Campiello: 27 kilómetros
Anoche David en la cena, David nos dijo que nos pusiéramos de acuerdo en la hora en que queríamos todos levantarnos. Llegamos al acuerdo que 7:30 am. Como les conté, amaneces casi a las ocho, por lo que es bobada levantarse más temprano si sales y no ves nada (y te pierdes, jeje).
Desayuno delicioso, como en todos los albergues privados: cafécito, pan DELICIOSO, casero, galletas, mermelada hecha por David. Nos despedimos de David con tanto amor… de verdad que los sentimientos que se despiertan y se sienten en este viaje son muy profundos. Puede que sean pasajeros, pero como lo único que existe es el ahora, eso los hace más que verdaderos.
Salí con Víctor. El primer tramo hermoso, muy verde, por un sendero con una neblina que comenzaba a dejar ver las montañas. Es otra luz diferente a la del Camino del Norte porque no está el mar, pero todo es igual de bello. Al llegar a Tineo Víctor se quedó comprando postales y yo seguí sola los siguientes diez kilómetros.
Bosquecito de enormes robles y castaños, es un vegetación muy diferente a la nuestra, pero es absolutamente hermosa. Me invade una sensación de estar en un cuento, siento como si me fuera a salir un hada en cualquier momento, o un fauno, es medio fábula este paisaje.
Hubo mucho sol, pero como iba entre el bosque estuvo bien fresquito. Muchas hojas otoñales adornaban el camino como una alfombra para recibir a los peregrinos.
Me desvié como cinco kilómetros para ir a ver el Monasterio de Obona que nos dijo David valía la pena. Y sí, una arquitectura muy bella, desafortunadamente estaba cerrado y solo por la rendija de la gran puerta de madera pude ver el Cristo de Obona en el fondo. Era hermoso. Un texto afuera decía que era una «talla llena de ternura y equilibrio». Ternura… qué palabra más hermosa y más disiente… me imaginé a alguien acariciando la madera y convirtiéndola con todo amor en una cruz, en un Cristo, con ternura… el sentimiento más genuino que nos lleva al amor.
Allí había quedado de esperar a Víctor. Me senté, comí nueces y al rato llegó. Hicimos fotos y seguimos el camino que sólo faltaban tres kilómetros que, por alguna razón, nos costaron un montón. Como que pensamos que faltaba menos y comenzó a hacerse largo largo y por carretera, que es horroroso. Víctor prendió el turbo del hambre que tenía y me dejó, y yo seguí a mi paso hasta que llegamos! Uff…
Aquí era albergue privado no exclusivo de peregrinos, pero estaba muy bien. Buenas literas, buenos baños, muy limpio y grande. Nos duchamos y almorzamos delicioso con Vicente e Iván que llegaron como media hora después y así poco a poco fueron llegando casi los mismos de Bodeyana. Nos quedamos toda la tarde afuera del albergue tomando el sol y tomando cerveza, y conversando con todos. Hay un grupito muy chévere. Richard es un inglés simpatiquísimo que también tiene un blog y está escribiendo del Camino; él viene con Tony (irlandés) y Juan (de Santander). Hay una pareja de gringos y otra de australianos.
Por la noche Víctor hizo una pasta deliciosa para Vicente y para mí, y luego a la cama. La etapa de mañana es la más emocionante del Camino Primitivo y la que estábamos esperando poder hacer. Se llama «Hospitales» porque se pasa por lo que fueron hace muchos siglos unos hospitales. Es en una montaña con vistas hermosas, pero solo se puede tomar esta ruta si está despejado, cosa que pasará mañana. ¡Qué felicidad!