«Rara vez nos damos cuenta de que estamos rodeados de lo extraordinario». Paulo Coelho
A Mesa – Castro: 22 kilómetros
A las 7:00 am (aún de noche) fuimos donde Conchita que nos hizo un delicioso desayuno. Amé su hospitalidad, su casa, su dedicación para con los peregrinos y su eterna sonrisa contándonos que le encantaba hablar con nosotros y también hacer el Camino.
Salimos todos juntos y de una nos tocó una subida dura. Luego bajada y bajada por un bosque donde en abril hubo un fuerte incendio. Hectárea y hectáreas quemadas… era una imagen bella y fuerte a la vez: todo chamuscado y los brotes de verde saliendo por debajo de las cenizas.
La bajada fue rompe piernas, un desnivel brutal, las nubes se veían abajo de nosotros, así que no veíamos que había más abajo. Al pasarlas apareció el Embalse Grandas de Salime. Impresionante… me recordó el del Guavio (Colombia) por el color del agua y por lo encañonado que iba. Qué bello recorrido, tanto bosque retoñando, me encantó.
Después de cruzar el embalse había un bar y allí nos juntamos Víctor, Inés, Iván y yo. Desayunamos otra vez (tortilla española y café) y vino una subida fuerte, casi todo lo que habíamos bajado. Y por carretera… un poco tedioso hasta que llegamos a Grandas de Salime.
De ahí a Castro, que era nuestra final de etapa, fueron unos cinco kilómetros más por entre campos de diferentes sembrados, senderitos que se ve que atravesaban fincas, y todo con un clima delicioso.
Llegué a Castro, un pequeño pueblito con un albergue increíble, todo de piedra. Llegué súper temprano y ya estaban Víctor e Inés, que decidieron seguir hasta el siguiente pueblo que estaba a 20 kilómetros más. Yo no, ya por hoy era suficiente y meterme 20 kms más estaba por encima de lo que caminaba a diario, así que allí me separé de Víctor, snif, snif, y esperé a Vicente que venía atrás.
Vino el ritual: baño, lavada de ropa y almuerzo. El cuarto era de dos camarotes: dormimos Fernando, Vicente, un señor argentino de 74 años!!!!! y yo.
También se quedaron aquí los ingleses y Juan, Felipe, Antonio y Mariano. Pasamos la tarde tomando el sol (y cervezas) y riéndonos de todos. Este parche está muy bueno, jeje.
