Este no es el tipo de relatos que me gusta escribir, pero siento que si no lo saco de mí, si no logro dejar ir esas imágenes de mi memoria para que solo sean eso: fotografías de algo lejano, que ya pasó, no voy a poder volver a mi presente. Y lo último que quiero es no volver. La montaña hace parte de mi vida, sus relieves y perfiles son los mismos de mi cuerpo, y no habrá nada que me aleje de ella.
Sentado en una nube de cristal
pintando de esperanza el color de la ciudad
en las montañas tendrás la oportunidad,
si tienes el valor, solo si tienes la actitud.
Cuando aparece el arcoíris
es porque un rayo de luz se ha abierto paso entre las nubes,
hermano es la actitud
cuando el agua se abre paso entre rincones imposible
es la magia o la constancia,
hermano es la actitud
si las raíces de aquel olmo
se juntaron con el viento y levantaron el cemento
hermana es la actitud
si hay una fuerza que es capaz incluso de mover montañas
es la fe que te acompaña…
Llevaba los ojos cubiertos con un pañuelo. Mi mano derecha entrelazada con la mano de Dani; mi mano izquierda relajada, tranquila. Mis pies cargando con el peso de mi cuerpo y guiándome a oscuras pero segura. Mi guía era (y es) mi confianza, mi bastón; por él tenía (y tengo) la mente abierta a sentir el camino debajo de mis pies, a imaginar el paisaje que sabía sería la más grande sorpresa, el más grande regalo que él me quería hacer en un mirador inolvidable: La Ermita de la Peña.
Pero esa imagen no llegó. De un momento a otro mi mano se soltó de la suya y todo se convirtió en una tormenta de gritos, groserías, empujones y un halo de violencia perturbadora, propia del miedo y el odio se apoderó del lugar sagrado en el que nos encontrábamos. La montaña tuvo que ser testigo de un evento difícil de narrar por no decir de recordar y tratar de olvidar.
Dos hombres armados y tapados nos empujaron y amenazaron con improperios, groserías e intimidaciones de todo tipo, hasta de disparar un tiro al aire. Nos tiraron al suelo, en una plancha de concreto donde alguna vez hubo un helipuerto y de donde esperábamos segundo antes ver la panorámica más increíble de la ciudad.
“Les vamos a quitar todo hp… y el que se mueva le damos mala vida”. Nos quitaron celulares, cámaras, relojes, dinero… uno a uno nos requisaron a las malas para quitarnos lo que a ellos les parecía de valor. Pasó una media hora durante el tiempo que estuvimos retenidos por estos dos hombres cargados de resentimiento, de rencor, que nos dejaron claro varias veces que eso era lo único que sabían hacer, y que el que se moviera lo mataban.
Durante el tiempo que nos tuvieron retenidos, no recuerdo haber tenido pensamiento o imagen alguna en mi cabeza. Solo miraba al suelo, y las pocas veces que levanté la cabeza me aterraba la cara de mis compañeros, sus rostros de angustia y miedo, el mismo que seguro transmitía yo.
“Bueno hp… ahora esto es lo que van a hacer: van a seguir subiendo hacia Guadalupe; ni se les ocurra bajar porque los vamos a estar esperando para quemarlos. Cuidado hp se bajan que los encendemos a plomo”. Y se fueron. Y nosotros nos quedamos ahí.
Yo no podía pararme, no podía –ni quería- entender lo que había pasado. No lo creía. Hasta que sentí los brazos de Dani que me rodearon por detrás y entendí que estaba viva, y él también, y todo el grupo. Temblaba y lloraba. Dani me ayudó a pararme. No podíamos decir nada, no era necesario. Nuestros cuerpos abrazados se estaban diciendo todo lo que se podía decir en un momento así: ‘Estoy aquí. Estoy vivo/a. Estamos juntos. Nada más importa’. O por lo menos eso fue lo que «oyó” mi corazón con ese abrazo, en ese momento. Y no lo voy a olvidar nunca.
Sentado en una nube de cristal
pintando de esperanza el color de la ciudad
en las montañas tendrás la oportunidad
si tienes el valor, solo si tienes la actitud…
Estoy sentado en una nube de cristal
escribiendo este mensaje con el alma
mirando al cielo y con las lágrimas cayendo
con toda sinceridad me están saliendo
la fuerza de uno mismo es la fuerza del huracán,
como la lava ardiendo saliendo de un gran volcán
no hay quien lo pare, como el amor de una madre
y las lecciones de un gran padre,
eso es cierto y tú lo sabes bien
lo que no te mata te hace más fuerte,
yo tengo la fuerza y no tengo miedo a la muerte,
si eres capaz de respirar eres capaz de continuar,
solo súbete a tu nube, a tu nube.

Estábamos sanos y vivos, que más que un consuelo, era (y es) una verdad del tamaño del universo. Y otra verdad: la montaña siempre nos cuidó, así fuera de una forma extraña, pero ella siempre dispone la energía perfecta, que para mí viene de lo más sagrado, de Dios, pero usted puede pensar diferente, seguro que también viene de «ahí».
La montaña nos protegió de que esos seres cargados de venganza nos hirieran, ni en lo físico ni en lo emocional, porque seguimos caminando hasta llegar a la cima que nos estaba esperando: El Aguanoso. El punto más alto de los Cerros Orientales. Y vimos la ciudad a 3.550 metros, la gran Bogotá, esa urbe donde crecen personas sanas, deportistas, amantes de la montaña como nosotros; pero también hombres y mujeres sin oportunidades, cargando a sus espaldas las desigualdades sociales, el odio y el resentimiento por un sistema que no los incluye, sólo los señala, los estigmatiza y los separa.
Y a partir de ese momento, el de esa foto de todos -sin nada material, solo nuestras sonrisas-; a partir de ese momento, la montaña nos cambió el horizonte que pensábamos sería poner un denuncio e irnos a casa.
Llegó la Policía a nuestro encuentro y con ella un despliegue que ni en las películas de «policías y ladrones» hubiéramos podido imaginar. Y como esta parte de la historia estoy segura de que Caribe Atómico próximamente la contará mejor que yo (además porque la vivió), sólo resumiré diciendo que, gracias a dos celulares logramos dar con la ubicación de las cosas robadas: los atracadores las habían dejado escondidas en el camino por el que habíamos subido, probablemente para volver más tarde por ellas, o porque se sintieron amenazados por la Policía, o porque simplemente la montaña seguía cuidando de nosotros.
Dani, José, otros dos compañeros y un escuadrón de la Policía volvieron a subir el sendero hasta encontrar la bolsa con todos los objetos robados. TODOS. Sólo se perdió el dinero en efectivo que los tipos se lo llevaron en los bolsillos. Pero TODO lo demás se recuperó. La montaña nos lo regaló.
Entonces, es muy difícil entender este sentimiento entre el miedo del atraco y la emoción de recuperar lo robado, más la aventura que fue recuperarlo.
Dani me dice: «es sólo una historia… como en el cine… se acaba, prenden la luz y te vas». Y ya. Puede ser que tenga razón…
Sentado en una nube de cristal
pintando de esperanza el color de la ciudad
en las montañas tendrás la oportunidad,
si tienes el valor, solo si tienes la actitud.
No quiero que te sientas mal,
tienes otra oportunidad
súbete a tu nube de cristal,
es tu esperanza.
Esto pasó hace dos días, y parte de querer escribirlo era eso: para por lo menos las escenas dolorosas dejarlas plasmadas como un cuento, uno que nunca hubiera salido de mí sino fuera de esta manera, pero ya salió. Y esta tarde lo escribí, prendí la luz y me fui.
Salí a correr, a sentirme viva, libre y segura. A dejar que la montaña se me metiera por los pies hasta llegar a mi memoria y me ayudara a seguir borrando ese momento, porque no voy a dejar que algo así me amedrente. La montaña es mía, es de todos, y ella nos cuida.
Lo que nos pasó fue duro, sí; y se siente dolor, desespero e impotencia. Pero como dice Calamaro: el amor es más fuerte. El amor por la montaña es más fuerte que cualquier otro sentimiento; esto que vivimos al final es un episodio de la vida y lo más increíble de todo es que fue un episodio con final feliz.
No hay nada más qué decir, tengo otra oportunidad… yo tengo la fuerza y no tengo miedo a la muerte. Si eres capaz de respirar eres capaz de continuar, solo súbete a tu nube, a tu nube*.
*Nubes de cristal, de Green Valley.
PD. No dejes de llevarme a la montaña.
Uyyy… qué susto querida mía!! Cuánto me alegra que estés bien!! Un abrazo muy fuerte y que estés bien. Gra
Uyyy… qué susto querida mía!! Cuánto me alegra que hayáis salido bien de ésta!! Un abrazo muy fuerte y que estés bien. Gra
Hermosa Caro, como lamento lo qué te pasó lo que les pasó, pero estoy con Dani, se prende la luz y se acaba. Hay q dejarlo pasar, no dejarse vencer por el miedo. La montaña sigue ahí esperándote, esperándonos. Te quiero, Nanda
Carito, gracias por contarlo. Tienes toda la razón: la montaña los protegió a ustedes, llenos de vida. Por primera vez siento la utilidad de la policía rozando los talones. Te quiero amiga. Sigue desplegando las alas.
Carito no sabía que habías tenido semejante experiencia. Me conmovió lo que has narrado y me alegra el desenlace. Las oportunidades que la vida nos da, no son más que regalos fabulosos para continuar en esta travesía y en esta ruta del camino. Te quiero y que la montaña te siga cuidando.
Mi caro, que experiencia tan dificil la que tuvieron que pasar. Me alegra que estén bien y en especial me alegra que hayan continuado su camino hasta llegar a la meta.
“ si eres capaz de respirar, eres capaz de continuar”
Te quiero mucho amiga de mi alma.