En este episodio -y en este texto- les voy a contar del viaje que hicimos Emilio (mi hijo) y yo con mi madre, la bella Lulú, el día que cumplió sus ochenta y tantos años. Sólo amor y admiración por esta increíble mujer que nos regala cada día su enorme sonrisa y esas ganas inmensas de vivir al máximo.
Antes de comenzar la lectura, quisiera pedirte que -si escuchas el podcast- diligencies una encuesta que estoy haciendo para conocer mejor a mis oyentes, o sea a mis Caminantes Sonoros, e ir diseñando nuevas estrategias para poder seguir viajando, grabando y mostrando este país a través de Relatos Sonoros de la Montaña. Puedes llenar la encuesta haciendo clic AQUÍ.
El viaje de cumple
Como información general voy a contar que mi madre (que es madre de crianza) no es colombiana, o bueno, ya lo es porque lleva casi toda la vida aquí, pero en realidad nació en República Dominicana, y desde la primera vez que vino a Colombia y la llevaron de paseo por Boyacá (por allá en los ’80, siglo pasado como diría mi hijo) se enamoró locamente de este departamento, por lo que siempre lo menciona y lo recuerda como lo más lindo del país. Por esta razón, para su cumpleaños número 83, decidí invitarla al lago de Tota, donde habíamos estado hace como 13 años.
Organicé que Emilio pudiera venir con nosotras (el segundo mejor regalo para ella) y busqué alguna actividad de montaña para que fuera más viaje de naturaleza, como me gusta y, por supuesto, pensando en grabar un episodio del podcast para mis Caminantes Sonoros (y lectores de esta web), para que conozcan otro lugar hermoso de Colombia.
Con tan buena fortuna di con Carolina, la que fue nuestra guía, y así logramos un paseo maravilloso de dos días. En el podcast solo sale la caminata, pero el día antes hicimos otro paseito a la isla de San Pedro, del lago de Tota.
Aquitania es un pueblito a orillas del Lago, esta es la iglesia principal y allí nos encontramos con Carolina, la guía, para ir al puerto y hacer nuestro paseo por el lago.
Éramos los únicos en el puerto, así que fue un recorrido tranquilo. En la isla solo había una parejita de paseo también; hicimos el recorrido, muy corto, escuchamos muchos pajaritos (¡tantas grabaciones que tengo y con ganas de compartir!) y nos fuimos para el hotel.

La madre y yo… ¿no es muy preciosa esta foto? tomada por Emilio.
El páramo
Ir a la montaña siempre será una aventura y un goce infinito. El domingo nos levantamos bien temprano, desayunamos y nos fuimos a recoger a Carolina al pueblo. Durante el trayecto hacia donde iniciaba la caminata, Caro nos contó sobre todo el proceso del sembrado de la cebolla (ella con su esposo también siembran), así como algunos de los problemas que se les presentan con la venta y distribución, una de las razones por las que reclaman los campesinos en el paro nacional (que aún no se ha acabo, entre otras cosas). Cuando tienes la oportunidad de estar con personas del campo, gente que vive de cerca las carencias o injusticias o inequidades que se padecen en este país, entiendes un poco las razones de tantas molestias.
La verdad es que una no tiene de qué quejarse, y menos al poder estar en un lugar tan hermoso con este páramo, que solo nos regaló paisajes, flora exhuberante y la fauna más fantástica que jamás pensamos llegar a ver. Las fotos no son lo más importante, pero es una manera de compartir con quienes no pueden -por ahora- ir a estos lugares.
Por eso las comparto con completa generosidad y espero que las disfrutes y las compartas igualmente.
La cantidad de frailejones, y sobre todo diferentes tipos fue un gran regalo, de verdad. Es común ver uno o dos tipos de esta familia en un páramo, pero aquí había jardines, vecindarios enteros. ¡Una belleza!
El cuerpo de agua que Carolina nos explicó era un nacimiento, tenía infinidad de colores que brillaban con la luz del sol. Daba tanto gusto ver esa agua cristalina… con un fondo entre verdes, rojos y ocres, toda una obra de arte.
Y hubo más, ¡mucho más!
Me gusta esta foto del venadito, porque tal cual nos pasó… estábamos admirando los frailejones cuando de repente lo vimos así: quieto, mirándonos desde hace rato. Todos los encuentros de esta travesía fueron muy bellos, sobre todo para mi madre que nunca había visto venados en libertad.
La llegada por supuesto pagó la caminata, que de todas formas fue muy corta (aunque a Emilio le hubiera parecido eterna, jeje), pero la verdad estar ahí con esa vista tan impresionante fue más que un regalo, fue el trofeo para estos dos campeones: mi mamá y Emi que, aunque a veces se hace el rudo, disfruta de la naturaleza igual que nosotras. Eso lo siento en las entrañas y por eso le insisto tanto que salga, porque es la mejor herencia que le puedo dejar, porque no sabremos cuánto tiempo más tengamos estos lugares tan bellos y de tan fácil acceso, así que agradecer a la Vida la oportunidad de estar aquí y al Planeta por ser tan extraordinario, tan diverso y tan desmedido (positivamente) con la belleza.
Si te saltaste diligenciar la encuesta, no lo olvides, jeje.
Y recuerda compartir el podcast con quien quieras. Es la mejor manera de apoyarme y de hacer que cada vez seamos más caminantes sonoros.
¡Pronto habrá muchas y muy buenas noticias!