Cuando vamos a la montaña, el lugar y la mente se funden en uno solo hasta que la naturaleza de ambos se altera. Es allí cuando comienza la verdadera aventura. Y así me siento yo… desde que comencé a hacer este podcast, algo dentro de mí cambió: veo con ojos más abiertos y escucho con oídos más atentos la naturaleza, lo cual ha alterado -en el mejor sentido de la palabra- toda mi vida.
La Caracola
Con esta frase comienza el episodio 18 del podcast, el último de la segunda temporada, porque resume todo lo que siento ahora por lo que hago. Aquí te dejo el episodio por si no lo has escuchado y ya te explico qué es lo que siento y lo que he hecho 🙂
Escribo esta publicación unos días después de haber renunciado a mi trabajo… un trabajo en el que estuve por nueve años y en el que fui inmensamente feliz, que no solo me dio abundancia, sino un lugar increíble, compañeros estupendos, un trabajo con valor, en fin… que con tantas cualidades puede ser que te preguntes por qué renuncié… y no sé si pueda explicarlo claramente, pero la cosa es que esa llamita de la pasión que sentí cuando arranqué y creé toda el área de comunicaciones allí… pues esa llamita ya estaba casi apagada, hace ya como dos años que solo tenía una pequeña luz y así, para una persona como yo, que es vida, pasión y aventura, pues era muy difícil seguir.
Hace rato que mi llama me tira para otro lado, para la montaña, los viajes, los deportes, entonces llegó la hora de seguir ese sueño y es así como doy por terminado un ciclo más, agradecida con el corazón por todos los aprendizajes, asustada por la incertidumbre que se avecina, pero emocionadísima de lanzarme al vacío. Ya lo dijo Bradbury en el episodio 7: «Ve al borde del precipicio y salta. Constrúyete las alas mientras caes».
De las aves
Pero bueno, a lo que vinimos, a hablar una vez más de estas preciosas criaturas que me tienen enamorada al ciento por ciento (menos mal a Dani también, jeje), y es por esto que quise escribir este poema que acompaña los cantos de las aves que vimos en una travesía por la región Otún Quimbaya.
Días atrás tuvimos la oportunidad de acompañar a tres pajareros a un viaje de avistamiento de aves, y yo detrás, con mi humilde grabadora y mi amado acompañante Atómico, persiguiéndolos, aprendiendo sobre ese mundillo alado tan fantástico, descifrando vocalizaciones, aguzando la vista y disfrutando de unos paisajes hermosos entre bosques de robles, cedros rosados y negros, palmas de cera, helechos arbóreos y nuestro favorito: el yarumo.
Esta salida hizo parte de un proyecto nuevo -que ojalá salga para contarles- y en el que pude grabé muuuuchos pájaros, pero muchos. Cuando llegué a casa y después de pensarlo mucho y comenzar a escribir por un lado y por otro, me salió este poema, porque -de verdad- es increíble que tengamos tantas a ves en nuestro país y no las disfrutemos como se debe.
No tengo muchas fotos de este viaje, quiero decir, no fotos de aves, pero sí del lugar tan espectacular que recorrimos y que, como dije en el episodio, espero sea otra historia en RSM, porque Rodrigo, Jeyson y Brayan son todos unos personajes increíbles.
De izquierda a derecha: Juan Felipe y Felipe, los productores del documental que se estaba grabando, Jeison, guía y pajarero de la zona, Rodrigo Gaviria, el maestro de los pajareros, yo, Dani y Brayan, guía y pajarero del Putumayo.
Aquí les dejo el poema completo por si lo quieren leer.
Las aves… ¿Qué sería del valle, el mar, la montaña, los ríos y las selvas sin su inspiradora presencia, sin sus atractivos movimientos, sus bailes alocados y sus curiosos gorjeos?
¿Qué sería de los bosques y las arboledas sin sus elaborados y perfectos nidos, sus nerviosos saltos de percha en percha, sus alarmantes y agudos llamados y sus ajetreados cortejos?
Qué sería del firmamento sin sus osados viajes, sus planeos cazando, analizando o huyendo; sus contemplaciones del paisaje, su búsqueda intensa de alimento.
Qué sería del mar, los ríos, lagos y humedales sin sus chapuzones juguetones, sus nados complicados y lejanos, sus hogares acuáticos o subterráneos.
Qué sería de la tierra sin su trueque de semillas, raíces y de insectos. De aquellos troncos olvidados donde se resguardan o de los peñascos empinados donde se protegen.
Qué sería del color sin sus trajes iridiscentes, viudos o camuflados, sus atavíos de plumas grandes, gruesas y delgadas. De sus envergaduras, o de sus enormes o diminutos tamaños.
Qué sería de las flores sin esos puntiagudos picos que las liban, y de la naturaleza en general sin aquellos aplanados, curvos, ganchudos, largos o afilados.
Qué sería del amor sin sus juegos coquetos que terminan en descendencia, su instinto protector a la hora de cuidar a sus pichones y su mirada siempre vigilante para advertir el peligro o lanzarse al ataque
Las aves… vuelan por el mundo, por el cielo, atraviesan océanos y continentes o nidan el mismo árbol, el mismo agujero tooooda la vida… sin importar dónde, cómo y cuándo las veamos… las aves nos cautivan, nos atraen y nos fascinan; nos convierten en aprendices de la vida y seguidores de su existencia para proteger aún más su presencia en la naturaleza.
Las aves… las aves son las joyas aladas del planeta.
La Caracola
Ya tenemos Instagram
Para terminar quiero contarte que el podcast ya tiene su propia cuenta de Instagram, porque quiero compartir por allí fotos, paisajes sonoros y las cositas que vayan surgiendo. Puedes encontrarlo así @relatossonorosdelamontana
¡Gracias!
Para terminar, quiero darte las gracias por hacer parte de este proyecto, por ser todo un Caminante Sonoro. Seguiré viajando y grabando, y buscando formas de hacer viable económicamente este podcast para no parar y gozarme más lo que hago. Ya sé que solo necesito poco, y lo poco que necesito lo necesito poco, así que ¡Gracias! y espero sigas pendiente de lo que se viene para Relatos Sonoros de la Montaña.
Es una belleza. La música de las aves acompaña y da paz. Gracias Caracola
A ti por todo el apoyo y siempre escucharme 🙂