Para Catalina y Vanessa…
“Hoy, antes del alba, subí a las montañas, miré los cielos llenos de luminarias y le dije a mi espíritu: Cuando conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos?. Y mi espíritu dijo: No, ganaremos esas alturas sólo para seguir adelante.”
Walt Whitman
No es coincidencia que mi vida ahora gire entre montañas. Las amo, vivo en una, trabajo en otra y corro por otra. Soy parte de ellas, me siento plena: soy tierra -y también soy mar-.
Entonces no es de extrañarse que siga buscando cómo engrandecer mi espíritu a través de viajes que me hagan conocerlas y amarlas más, porque las montañas son como mujeres hermosas que están allí, recostadas, sosegadas, tranquilas, esperando que algún ser venga y las contemple, las acaricie y las ame. Uno de esos seres soy yo.
Así que ahora me fui dos días al Páramo de Sumapaz de caminata, con dos amigas y un grupo de gente muy pero muy especial, porque para caminar dos días por páramo, cargar una maleta de 10 kilos, recorrer unos 27 kilómetros, subir de los 2.600 metros sobre el nivel del mar hasta los 3.800 y bajar a los 3.500, embarrarse, no bañarse, dormir en carpa, comer poco -o diferente-, para hacer todo esto y disfrutarlo más allá de lo que parecen dificultades, hay que tener una sensibilidad especial.
Me fui un sábado de madrugada con estas palabras grabadas en mi corazón:
«Disfruta ese viaje al máximo, así como sólo tú lo sabes hacer… inspírate, respira profundo, cierra los ojos y deja que el aire entre a tu cuerpo y oxigene tus músculos… graba en tu mente colores, sabores, sensaciones y paisajes… y luego escribe».
Y seguí ese consejo, ese pálpito, esa sensación de querer vivir y gozar cada minuto de ese maravilloso viaje que es la vida, esta vez al lado de dos mujeres increíbles que ya hace un año son mis compañeras de aventuras. Con ellas disfrutamos de este espacio de chicas que nos retó, nos inspiró y nos unió aún más (o al menos eso creo yo, jeje).
Cada paso que di, cada mirada al horizonte, a ese infinito mar de montañas que me rodeaba, cada inspiración del aire más puro que se puede encontrar, fue para agradecer a la vida, a Dios, a quien se quiera, por recibir semejante regalo… porque todo ese paisaje fue para nosotros, con un tiempo que nadie podía imaginar iba a ser tan bueno (sol y más sol los dos días). Y así me salieron estos pensamientos que comparto aquí con ustedes.
El viento es una canción que arrulla a las montañas para seducirlas… nosotros también podríamos enamorarnos, pero somos pocos los que oímos esa melodía.
La textura de la montaña de páramo parece fría y rugosa, pero en realidad es como la piel de un frailejón: suave, húmeda y muy delicada.
¿Me entiendes cuando digo que es un mar de montañas?
6:45 pm. Una nube, un color, un olor cubre esta noche con la niebla que viene de atrás… suavemente nos cierra los ojos para mostrarnos -como una madre que pone las manos sobre nuestros ojos- que el cielo que carga las nubes, también puede cargar las estrellas y cada una de ellas trae un destello de felicidad. Así haga frío, a esa altura (literal) todas las sensaciones son de un bienestar casi narcótico, pero en realidad es bienestar pleno, sentido desde la médula hasta el pelo.
5:30 am. El amanecer silencioso entre esta inmensidad, con el arrullo del viento acariciando mi pìel, mientras escucho el croar de los sapos y el juego de algunos patos en la laguna que tengo en frente…
Qué vista tan magnifica, qué sensación de plenitud, de «todo está hecho ya». Doy gracias a Dios por la creación y por permitirme disfrutala.
Al fondo se ve el sol ya bañando algunas montañas. Ya viene para acá. ¿Qué seremos o qué habremos hecho bien para que nos pasen cosas tan maravillosas? Como este clima, este cielo despejado, el viento suave, un amanecer impecable…
Las montañas siempre hermosas y mojadas… con una textura o sensación líquida, que dan ganas de tocar, de frotar, de disfrutar.
Para terminar, les dejo la oración que nos enseñó Jorge, nuestro chamán caminante y guía que hizo posible este viaje, esta aventura, esta felicidad.
Estas son mis banderas
las montañas y praderas.
Este es mi partido
el mundo entero florecido.
Este mi uniforme
mi sudorosa piel de hombre.
Y este es mi compromiso
caminar la tierra que Dios hizo.
Anónimo
Comparto todas las sensaciones, fui parte del viaje y al leer este palabras me siento plenamente identificada y enormemente agradecida por haber estado allí. Abrazos montañeros Carocaracolina 😀