Las riquezas del Guatiquía

Este fin de semana -festivo en Colombia- estuve en un lugar que se encuentra a unos 140 kilómetros de Bogotá, el Cañón del Guatiquía. Nunca lo había oído mencionar hasta que comencé en el mundo del trail running y el año pasado, en la travesía a Sumapaz, Jorge Pinzón, hacedor de sueños, nos dijo: «tienen que hacer el trail de Guatiquía, eso sí que les va a encantar». La cosa se quedó así hasta hace un par de meses, cuando comenzó la convocatoria para la carrera. Las fotos que montaron en la página de Facebook y la invitación de Catalina -mi alma gemela corredora- hizo que me animara a hacerla, a pesar de ya haber planeado hacer en un mes la Chicamocha Canyon Race.

No soy de hacer carreras a lo loco, de hecho no me gustan mucho, apenas estoy tomándoles el gusto (y quitándoles la ansiedad que me producen), pero me parece que estas carreras, en lugares hermosos y exóticos no se pueden perder. Es más, ahora ya sé que se deben repetir. Así que planeamos todo -esto incluye entrenamientos- para correr esta aventura.

Lo que no sabía hasta ese momento es que Guatiquía no era una carrera. Guatiquía ES un tesoro escondido tras unas montañas, un cañón y un río, y para compartir con ustedes este tesoro lo he dividido en las tres joyas que me dejó este fascinante lugar.

Oso de Anteojos
Foto de Oso de Anteojos

La joya del cuerpo

La distancia que corrí fueron 24 kms con un desnivel positivo* de 1.745 mts (*este término quiere decir la suma de las distancias ascendidas durante un recorrido), lo que definitivamente la hizo una carrera dura, de mucha técnica, resistencia y mente.

Ya sé que para los corredores «pro» 24K viene a ser poco (teniendo en cuenta que en el trail running hay distancias de 42, 60, 80, y más de 100 kms), pero para una novata como yo, que sólo hasta noviembre del año pasado hizo su primera carrera de 20K, medírsele a esta distancia fue todo un reto.

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Un reto que me trajo grandes satisfacciones porque mi cuerpo respondió muy bien, me dio toda la energía que necesitaba; todos los entrenamientos previos de velocidad, fuerza y fortalecimiento me fueron súper útiles en los diferentes puntos cambiantes que tuvo el recorrido: mantener ritmo de carrera, ascensos a pasos largos, bajadas «a tumba abierta» pero enfocada en la pisada, hidratación y alimentación funcionaron muy bien. No me cansaré de agradecerle a mi Coach Andrés Cubides por el trabajo que hacemos juntos para culminar estos retos, por creer en mí y darme la fuerza física y mental para creerme que puedo. Y puedo.

Resultado: 3h 37m de carrera, primer lugar en mi categoría y sexta en la general de damas. Más feliz no podría estar. Aún no me lo puedo creer, como que no creo lo que significa haber corrido tan concentrada y a la vez tan feliz, y tener una medalla de ganadora en mi casa. De veras, no me lo creo, porque más felicidad que la medalla me la dieron el cuerpo (primera joya que amo y cuido) y las otras dos que vienen a continuación.

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La joya del espíritu

No tengo la cuenta -porque la perdí como en el km 10- de cuánto ríos, quebradas y cascadas pasamos durante el recorrido. El agua que alberga esta zona no es medible, simplemente hay que admirarla y dejarla correr, dejar que te moje, que te lave, te limpie y envuelva en su sabor a tierra, a madre, a selva. Cada rincón de agua, cada puente colgante o pasada por entre las piedras de ríos rojos, turbios o cristalinos, fue un regalo de la tierra para estos corredores que amamos dejarnos acariciar de tantas maneras por la naturaleza.

Y luego están las montañas… tupidas, apretadas, espesas… de unos verdes nuevos para mis ojos: verde oscuro, esmeralda, verde jungla, verde Guatiquía. Montañas cercanas y otras lejanas, cerradas, que sólo dejaban un respiro a las enormes cascadas de agua. Planos y planos de montañas que mueren en el cañón del río Guatiquía. Cierro los ojos para recordar ese momento, tal vez en el kilómetro 16, antes de comenzar a bajar, cuando me di la vuelta y me atrapó la vista de ese cañón… interminable… y la neblina baja mostrándome todo lo que habíamos subido…

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Foto de Sofía Ochoa
Fue allí cuando recordé la frase que él me regaló para este viaje: «disfruta la vista, abre tus sentidos, pídele a la montaña que te reciba y recíbela tú como llegue» (Gracias a él). Eso hice. Abrí mis brazos, respiré profundo y me dejé sumergir en los olores, en los colores, en la sensación de felicidad que me embargaba completamente toda, me sentía con ganas de gritar de alegría, de júbilo. Venía un corredor atrás, me voltié y le regalé una enorme sonrisa. Debió pensar que estaba loca. Y es verdad.

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Foto de Sofía Ochoa

La joya del corazón

La última joya, no por ello menos importante, es lo que significa unir a tantas personas a partir de una causa que no es sólo correr, sino también ayudar a una población vulnerable como lo es Santa María La Baja. Gracias a esta carrera se generó empleo con los puestos de avituallamiento, señalización, guías, alimentación e hidratación, los competidores llevamos kits escolares para la escuela de la vereda, y tuvimos la oportunidad de conocer una gente amabilísima, que todo el tiempo estuvo atenta a ayudarnos y animarnos durante el camino.

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Foto de Jorge A. Pinzón
Pero toda esta organización no se podría hacer sin el espíritu rebelde y generoso de una pareja que no termino de admirar: Jorge Alberto Pinzón, «Patabrava» y Ximena Barriga, su compañera. Caminantes, corredores y filántropos en diferentes lugares del país, Jorge y Ximena se propusieron desde el año pasado hacer una carrera diferente; apartándose del concepto de lucro, diseñaron una carrera para apoyar una región y para unir a los corredores a una misma causa, lo cual nos pone en un lugar de humildad, de volver a correr por disfrutar, no por premios; nos hace sentirnos hermanos, no competidores; nos muestra la cara más amable del trail running, no la comercial.

Entonces ¿quiénes hacen esta carrera? Las personas que vibramos con la energía y la locura de Jorge y Ximena, quienes pensamos que es más rico correr para gozar y mejor aún para ayudar, y como dicen los amigos de Trail Run Colombia, para «más compartir, menos competir».

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Y con este sentimiento quiero soñar toda la semana, todo el mes… recordando esos bosques, las quebradas, los caminos, el paisaje… la felicidad que sentí al llegar a la meta, cuando llegó Catalina y cuando llamé a mi hijo a contarle que había ganado («¿En serio mami? ¡Te lo dije! ¡Te lo dije que ibas a ganar!). Me quedo con el recuerdo de los abrazos de amigos, conocidos y desconocidos, con la palabras de ánimo y las sonrisas que quedaron regadas por todo el camino.

Me llevo infinidad de joyas en el alma para seguir haciendo de mi camino por la vida un recorrido placentero, repleto de momento como éste, que se unen a otros en los que pude decir «ha sido el viaje más bello de mi vida».

Volveremos Guatiquía.

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Foto de Sofía Ochoa
PD. Las fotos no son mías. Todas las imágenes de este viaje están detrás de mis párpados, pero comparto (con créditos) las que tomaron otros corredores. Gracias a todos por el ojo paisajístico.

 

 

Publicado por carocaracolina

Carocaracolina es una caracola que escritora, viajera y podcastera. Y todo esto pasa en Lapensadera.

3 comentarios sobre “Las riquezas del Guatiquía

  1. Gracias por hacernos conocer los bellos paisajes de tu país, recorridos de la mejor forma…en contacto y goce total con la Naturaleza.- Abrazo!!!!!

  2. Caro, que entrada más linda, que capta totalmente la energía de la montaña. Esto me hace recordar la bondad y la generosidad de la montaña que se abrió para nosotras y todos los otros corredores y nos dio agua, aire y a mí: claridad y calma. La montaña nos da ojos Caro, visión. Qué alegría compartirlo contigo.

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