Etapa veinticuatro

«Rara vez nos damos cuenta de que estamos rodeados de lo extraordinario». Paulo Coelho

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A Mesa – Castro: 22 kilómetros

A las 7:00 am (aún de noche) fuimos donde Conchita que nos hizo un delicioso desayuno. Amé su hospitalidad, su casa, su dedicación para con los peregrinos y su eterna sonrisa contándonos que le encantaba hablar con nosotros y también hacer el Camino.

Salimos todos juntos y de una nos tocó una subida dura. Luego bajada y bajada por un bosque donde en abril hubo un fuerte incendio. Hectárea y hectáreas quemadas… era una imagen bella y fuerte a la vez: todo chamuscado y los brotes de verde saliendo por debajo de las cenizas.

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La bajada fue rompe piernas, un desnivel brutal, las nubes se veían abajo de nosotros, así que no veíamos que había más abajo. Al pasarlas apareció el Embalse Grandas de Salime. Impresionante… me recordó el del Guavio (Colombia) por el color del agua y por lo encañonado que iba. Qué bello recorrido, tanto bosque retoñando, me encantó.

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Después de cruzar el embalse había un bar y allí nos juntamos Víctor, Inés, Iván y yo. Desayunamos otra vez (tortilla española y café) y vino una subida fuerte, casi todo lo que habíamos bajado. Y por carretera… un poco tedioso hasta que llegamos a Grandas de Salime.

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De ahí a Castro, que era nuestra final de etapa, fueron unos cinco kilómetros más por entre campos de diferentes sembrados, senderitos que se ve que atravesaban fincas, y todo con un clima delicioso.

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Llegué a Castro, un pequeño pueblito con un albergue increíble, todo de piedra. Llegué súper temprano y ya estaban Víctor e Inés, que decidieron seguir hasta el siguiente pueblo que estaba a 20 kilómetros más. Yo no, ya por hoy era suficiente y meterme 20 kms más estaba por encima de lo que caminaba a diario, así que allí me separé de Víctor, snif, snif, y esperé a Vicente que venía atrás.

Vino el ritual: baño, lavada de ropa y almuerzo. El cuarto era de dos camarotes: dormimos Fernando, Vicente, un señor argentino de 74 años!!!!! y yo.

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También se quedaron aquí los ingleses y Juan, Felipe, Antonio y Mariano. Pasamos la tarde tomando el sol (y cervezas) y riéndonos de todos. Este parche está muy bueno, jeje.

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Estos son Víctor (Madrid), Inés (Alemania) e Iván (Brasil)

Etapa veintitrés

“Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas, nunca la podrá olvidar”.
Proverbio Tibetano

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Campiello – A Mesa: 32 kilómetros

La más bella…
Ruta Hospitales. Hoy sin duda ha sido de las etapas más bellas y gratificantes del Camino. La estaba esperando desde que Dani pasó por aquí (hace ya como seis días) y me contó de su belleza, pero desafortunadamente él no pudo subir por el mal tiempo, y tuvo que tomar el desvío que es con mucho desnivel, pero sin la belleza de la ruta de Hospitales. Dani, ahora sí te la voy a contar…

Gracias al tiempo maravilloso que está haciendo desde hace dos días, la recomendación de los hospitaleros tanto de Bodeyana como de Campiello, fue tomar la vía Hospitales para llegar a Berducedo, el siguiente pueblo.

Los pros: Una belleza inigualable por los paisajes que veríamos al subir. Las ruinas de tres hospitales muy muy antiguos y lo mejor: las vistas de trescientos sesenta grados a 1.200 msnm.

El contra: No hay agua ni comida en toda la ruta, porque nada más pasar Borres ya no hay pueblos hasta llegar a Berducedo. Pero ¡bah! ¡Esas no son penas para una montañera como yo!

Esta mañana todos tan emocionados… fue tan bonito ver a todos los grupitos felices de poder tomar esta ruta… me encantó. Yo hice equipo con Víctor y Vicente y salimos los tres apenas comenzó a amanecer. Al llegar a Borres ya era de día y llegamos al famoso desvío de «Hospitales». ¡Ay qué emoción!

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Comenzamos a subir. No me pareció para nada dura la subida. Yo creo que nos habían dicho tanto que era dura que al final me la imaginaba peor; y bueno, es que después de subir Nevados (Colombia), ejem… esto fue, como dirían los gringos «piece of cake».

Pero lo que no podía ni imaginar era lo bellos que serían los paisajes. Montaña tras montaña, la neblina baja, el amanecer, el sol, las vacas arriba en la cima, luego una manada de caballos… cada vez que subíamos un poco más el paisaje era más bello. Planos y planos de montañas como si fueran el mar, no se acababan y nosotros felices tome y tome fotos. Además, con el transcurso del día, la neblina cambiaba un montón el paisaje. Fue mágico, maravilloso. Simplemente hermoso. No quería que se acabara este día.

img_9075.jpgIMG_9076En la primera cima (Puerto de Marta), donde estaban las ruinas de uno de los hospitales, merendamos. Y luego en el Puerto de Palo, la segunda cima, comimos los bocadillos que nos habíamos hecho la noche anterior. Allí nos encontramos con Felipe y Antonio, y más adelante con Richard, Tony y Juan; todos igual de maravillados que nosotros. El regalo del Camino Primitivo fue haber podido hacer esta ruta, definitivamente.

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Luego vino una bajada salvaje, de esas que me encantan correr, jeje, así que me puse en marcha y bajé como una cabra loca, delicioso! me dolió un poquito una pierna pero ¡bah! ya no le paro bolas a eso, sólo estoy disfrutando de sensaciones: la inmensa alegría que me producen las montañas, la adrenalina de correr, la felicidad de reírme a carcajadas con estos dos manes que son mis amigos peregrinos, el inmenso agradecimiento que siento en lo profundo de mi corazón, gracias a Dios que me permite estar aquí con todo mi cuerpo y mi mente sanos, gracias a mi hijo, mi mamá… cuando pienso en lo afortunada y bendecida que soy siento muchas ganas de llorar, obviamente de gratitud y felicidad. No me puedo quejar de nada.

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Después de la bajada brutal me separé del equipo y se me acabó el agua. Y faltaban como seis kilómetros y el calor era salvaje. Ahí padecí un poco porque como que había quemado toda mi energía en la gran subida y en la gran bajada. Pero el camino que faltaba fue muy bonito entre bosque y había moras, mis favoritas, jeje, así que comí para mitigar la sed.

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Víctor me pasó en un punto. Llegué a Berducedo y ya estaban Richard, Inés (la alemana) y Víctor. ya habíamos dicho que llegábamos hasta allí, pero estaba temprano y el siguiente pueblo con albergue estaba a 5 kilómetros, así que retomamos fuerza e hicimos una hora más hasta llegar a A Mesa, donde tuvimos una de las cenas más inolvidables del Camino.

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El albergue municipal era manejado por Conchita, quien además de ser la hospitalera vivía en el pequeño pueblo y se ofreció a hacernos la cena por un «donativo». Bueno, pues nos fuimos a su casa (suya de ella, de su marido y su hijo, todos campesinos, de vacas, tomates, calabazas) y entre todos hicimos la cena. Fue tan bonito… estábamos Víctor, Vicente, Iván, Fernando, Inés y yo.

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La cena
Para comenzar nos puso jamones curados, queso de cabra, chorizo y pan, ese pan que me tiene enloquecida de lo delicioso.
Tomamos vino de la casa y agua, todo lo que quisimos.
De primer plato fue un «potaje», que es una sopa con carne licuada y otra sopa de ajo. ¡Dos sopas!
De segundo fue carne desmechada con patatas y ensalada. De haber sabido que era tan rica, hubiera comido menos de los jamones y la sopa, jeje!
De postre… requesón con miel y mermelada de arándanos cultivados por ellos.
Para acabar (a reventar), chupito de orujo

La llenura de cuerpo y alma nos hizo dormirnos felices. Qué bellos momentos los vividos hoy. Nunca olvidaré el amor de Conchita para prepararnos esa cena en su casa, con su familia y nosotros, su otra familia. Eso sí que es amor.

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ETAPA VEINTIDÓS

«SUMA YUYAY / SUMA KAUGSAY / KAUGSAN KAMALLA».
Buen pensamiento, buen vivir, mientras vivamos.
Lengua Iguana Putumayo.

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Bodenaya – Campiello: 27 kilómetros

Anoche David en la cena, David nos dijo que nos pusiéramos de acuerdo en la hora en que queríamos todos levantarnos. Llegamos al acuerdo que 7:30 am. Como les conté, amaneces casi a las ocho, por lo que es bobada levantarse más temprano si sales y no ves nada (y te pierdes, jeje).

Desayuno delicioso, como en todos los albergues privados: cafécito, pan DELICIOSO, casero, galletas, mermelada hecha por David. Nos despedimos de David con tanto amor… de verdad que los sentimientos que se despiertan y se sienten en este viaje son muy profundos. Puede que sean pasajeros, pero como lo único que existe es el ahora, eso los hace más que verdaderos.

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Salí con Víctor. El primer tramo hermoso, muy verde, por un sendero con una neblina que comenzaba a dejar ver las montañas. Es otra luz diferente a la del Camino del Norte porque no está el mar, pero todo es igual de bello. Al llegar a Tineo Víctor se quedó comprando postales y yo seguí sola los siguientes diez kilómetros.

Bosquecito de enormes robles y castaños, es un vegetación muy diferente a la nuestra, pero es absolutamente hermosa. Me invade una sensación de estar en un cuento, siento como si me fuera a salir un hada en cualquier momento, o un fauno, es medio fábula este paisaje.

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Hubo mucho sol, pero como iba entre el bosque estuvo bien fresquito. Muchas hojas otoñales adornaban el camino como una alfombra para recibir a los peregrinos.

Me desvié como cinco kilómetros para ir a ver el Monasterio de Obona que nos dijo David valía la pena. Y sí, una arquitectura muy bella, desafortunadamente estaba cerrado y solo por la rendija de la gran puerta de madera pude ver el Cristo de Obona en el fondo. Era hermoso. Un texto afuera decía que era una «talla llena de ternura y equilibrio». Ternura… qué palabra más hermosa y más disiente… me imaginé a alguien acariciando la madera y convirtiéndola con todo amor en una cruz, en un Cristo, con ternura… el sentimiento más genuino que nos lleva al amor.

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Allí había quedado de esperar a Víctor. Me senté, comí nueces y al rato llegó. Hicimos fotos y seguimos el camino que sólo faltaban tres kilómetros que, por alguna razón, nos costaron un montón. Como que pensamos que faltaba menos y comenzó a hacerse largo largo y por carretera, que es horroroso. Víctor prendió el turbo del hambre que tenía y me dejó, y yo seguí a mi paso hasta que llegamos! Uff…

Aquí era albergue privado no exclusivo de peregrinos, pero estaba muy bien. Buenas literas, buenos baños, muy limpio y grande. Nos duchamos y almorzamos delicioso con Vicente e Iván que llegaron como media hora después y así poco a poco fueron llegando casi los mismos de Bodeyana. Nos quedamos toda la tarde afuera del albergue tomando el sol y tomando cerveza, y conversando con todos. Hay un grupito muy chévere. Richard es un inglés simpatiquísimo que también tiene un blog y está escribiendo del Camino; él viene con Tony (irlandés) y Juan (de Santander). Hay una pareja de gringos y otra de australianos.

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Por la noche Víctor hizo una pasta deliciosa para Vicente y para mí, y luego a la cama. La etapa de mañana es la más emocionante del Camino Primitivo y la que estábamos esperando poder hacer. Se llama «Hospitales» porque se pasa por lo que fueron hace muchos siglos unos hospitales. Es en una montaña con vistas hermosas, pero solo se puede tomar esta ruta si está despejado, cosa que pasará mañana. ¡Qué felicidad!

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ETAPA VEINTIUNO

«Lo que llamáis azar no existe. Hay una causa para todo efecto y todo efecto es la causa de otro efecto. El universo no es sino una gloriosa red de fenómenos casuales». Mónica Gae

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Villapañada – Bodeyana: 29 kilómetros

Gran día el de hoy, esto es como un carrusel donde se sube y se baja todo el tiempo, pero ahora se sube y se sube. Estuve muy feliz de todo lo que me dio el Camino.

Salí como a las 7:30 am, que aún es de noche. Grave error. Estaba muy oscuro y nada más llevar creo que 100 metros, me perdí como un kilómetro. No veía más señales y dudé. Estaba super oscuro pero salió un niño de una casita (iba para el colegio, de noche, cabe anotar, porque cada vez amanece más tarde) y le pregunté si por ahí iba el Camino y me dijo que no. ¡Chanfle! devuélvase… otro kilómetro, jeje.

Pero nada más tomar rumbo fijo fue todo verde, trocha, barro, caminito precioso. Me demoré 10 kilómetros en encontrar donde tomarme un café, ufff, es que el Camino Primitivo tiene menos pueblos y más distancias. ¡Me encanta! Paré en Cornellana, que fue donde durmió Dani en su paso por aquí 🙂 Allí había un monasterio hermoso con albergue.

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Después de dejar el pueblo me encontré con Víctor y con un ¡brasileño! ¡Más latinos! Se llama Iván, y caminamos los tres -y a muy buen paso- hasta llegar a Grado. Allí hicimos parada técnica, cervecita, jeje, me compré una bocata de tortilla pal’ almuerzo y seguí sola. Iván se fue antes y Víctor se quedó.

Ese último tramo de siete kilómetro estuvo brutal, subida todo el tiempo. Pero ¡Qué bonito! De verdad… estoy tan feliz de estar este Camino, de encontrar nuevos motivos para sentirme feliz, de hacer los pasos de Dani que sigue siendo mi avanzadilla, de reencontrarme conmigo, de no sentir ya ningún dolor. No lo puedo ni creer.

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Todo el tramo de hoy fue hermoso: pasé ríos, puentes romanos, barro, hasta hubo lluvia y mucha neblina en un tramo. Qué rico disfrutar y vivir ese momento y nada más.

Llegamos al albergue más bello del Camino. De veras. Es privado, lo lleva David, un ser increíble que nada más llegar te hace sentir como si fuera tu amigo y los peregrinos tu familia, porque a la final llegamos casi los mismos de ayer. Baño, la ropa nos la lavó David (amé) y cena deliciosa con regalillo incluido: un pin de la flecha -amarilla- del camino.

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Allí nos unimos Víctor (madrileño), Vicente (Valencia) e Iván (Brasil). Así va mi parche 🙂

Me sienta bien conversar, reírme y alejarme un poco de mi cabeza.

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Ricardo, Iván, Víctor, Vicente, Antonio (detrás mío), David y Felipe. Grandes.

ETAPA VEINTE

«He perdido el rumbo / pero he conocido la vida en el Camino. He caído / pero he visto las estrellas en mi descenso / y el desplome ha sido un sueño». Elvira Sartre

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Oviedo – San Juan de Villapañada: 30.5 kilómetros

Son las 4:30 pm. Ya llegué al albergue, me bañé, lavé la ropa (que no se va a secar… hoy está muy húmedo), estiré y me estoy poniendo hielo. Pero la buena noticia es que… ¡Casi no me dolió la pierna! ¡No lo puedo creer! Días y días ya casi acostumbrada al dolor y hoy hice 30 kilómetros -que hace rato no caminaba tanto- y sólo sentí algo a los 25kms, pero paré en Grado, almorcé y arranqué ¡fresca como una lechuga!

Esa, definitivamente, es la mejor noticia del viaje. Siento que estoy «desatando el nudo» como quiero llamarle a esos dolores de-mentes, jeje. El camino de hoy me sirvió para pensar en «eso» que necesito sacar, desenredar, organizar y alinear a mi vida. El Camino me está hablando cuando no lo esperaba. O mejor, cuando estaba lista para escucharlo. Qué poderoso…

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Hoy caminé tan contenta… nada más salir de Oviedo comenzó una subida, dejando la ciudad atrás y adentrándome en un hermoso bosque con agua muy cerca. Qué felicidad volver a los bosques, a la montaña, a los senderos y las trochas; escuchar pajaritos y el golpe de los zapatos en las hojas otoñales. Los diferentes verdes y amarillos del bosque son encantadores, hay imágenes que parecen salidas del Laberinto del Fauno. Me encanta.

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Hice mis paradas técnicas. A los 10 kilómetros me senté a la ribera de un pequeño río y saqué fruta para comer: me pasaron varios peregrinos que seguro comenzaban el Camino Primitivo -como yo-. Uno se saluda: «hola» o «buen camino». No hablé con nadie pero fue chévere ver nuevas caras.

Después de Grado me encontré un chico y al saludarlo supe que era español (qué felicidad, jeje, hablar el mismo idioma). Caminamos juntos hasta llegar a Villapañada, albergue municipal. Fue todo de subida, pero fuimos conversando entonces ni se sintió.

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Llegamos como a las 2:30 pm y solo había tres personas. Para las siete de la noche ¡ya éramos 22! ¡se llenó el albergue! Y muy variado: dos mexicanos, cinco españoles, un argentino, tres franceses, dos ingleses, una alemana y la colombiana, o sea yo. ¡Qué viva Latinoamérica! Por fin compatriotas de continente, jeje.

Ahí me hice amiga de Víctor, el madrileño con el que subí desde Grado. Muy chévere. Cenamos juntos compartiendo lo que teníamos de comida. Igual con otro español, los ingleses y un valenciano, con los que conversamos un rato.

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La vista desde el Albergue de Villapañada

Estoy contenta. Aliviar el dolor y reencontrarme con el Camino me hace feliz. Soy feliz de caminar, de observar, admirar y amar cada paso que doy, sea donde sea que me lleven mis pasos.

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