ETAPA DIECINUEVE

«Mi vida sin mí. Paseo por mis miedos. El silencio, la soledad, el desamor, el rechazo, la inseguridad, el ridículo, la timidez.» Wonderland

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Pola de Siero – Oviedo: 19 kilómetros

¡Wow! Ya llegué a los 500 kilómetros… no me lo puedo creer…

Salí en la hora azul. Chris se quedó un rato más en el albergue, así que no lo volví a ver. Cuando uno sale del albergue es normal salir con alguien más, pero el ritmo de caminata hace que unos metros adelante ya estés caminando solo. Sola. Camino sola y me encanta.

Fue una etapa corta pero de mucho asfalto, lo cual no es tan chévere, sobre todo porque tuve unas terribles días atrás, así que mejor que ésta fue rápida. Lo bueno es que hubo muchas moritas en el camino y yo, como siempre, me las comí todas.

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Llegué muy rápido a Oviedo que es la gran ciudad. Creo que desde Santander no estaba en una así. Me demoré mucho entrando porque eran como parques comerciales eternos, hasta que por fin llegué al casco antiguo. Qué bonito. La catedral es impresionante, por dentro y por fuera, y tiene muchas callecitas de piedra. Linda.

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Busqué el albergue, uno privado que me había recomendado el hospitalero de Pola de Siero y resultó que lo llevaba una colombiana. Primera que veo, jeje, aunque ya hablaba con acento asturiano. Hice mi ritual y me fui a pasear por la ciudad; como llegué temprano, estuve toda la tarde por ahí perdiéndome en las callecitas de piedra, viendo vitrinas como niña chiquita -sin comprarme nada, obviamente- pero reflexioné acerca de eso y me alegró no poder y no querer comprarme nada; vivir realmente ligera de equipaje me hizo sentir en otro estado, en otro nivel, tal vez el de peregrina.

Estoy contenta de solo tener una muda de ropa y ponérmela todos los días; disfruto no pensar en qué ponerme, cómo peinarme, si maquillarme o usar accesorios… eso está tan lejos de mi vida en este momento, que no recuerdo cómo lo hacía. Es raro, muy raro.

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El cuarto que me tocó era de un solo camarote y no llegó nadie más, así que… ¡primera noche que duermo sola!. No me lo puedo creer. Creo que no voy a dormir con tanto silencio, jajaja.

Mañana es un gran día. Es como un nuevo comienzo. Lo necesito. Necesito dejar mi dolor de piernas (y todo lo que me produzca dolor) aquí, en el Camino del Norte, y comenzar un nuevo Camino.

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Etapa dieciocho

Las mejores sensaciones de la vida comienzan con un viaje.

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Amandi – Pola de Siero: 25.5 kilómetros

Hoy fue un día muy pero muy especial: fue el desvío del Camino del Norte hacia el Camino Primitivo, así que desde anoche tuvo su grado de emoción, de un nuevo comienzo, de otra oportunidad, otro viaje. Pasar del mar a las montañas… ya lo sabía, lo tenía incrustado en mi corazón, lo necesitaba.

A las 7:30 am desayunamos todos juntos. Sergio nos dio panes, galletas, sobados y el delicioso café “de verdad” que tanto aprecio. Y me despedí de las chicas italianas, dos alemanes, el argentino y la francesa que seguirían por el Camino del Norte rumbo Gijón.

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Chris, el holandés, se vino conmigo porque iba para Oviedo. Como no sabe nada de español, nada de nada, me pidió que si podía caminar conmigo para no perderse. Así que salí con él.

Tenía mucha ilusión de esta etapa porque Dani me había dicho que era de montaña, qué delicia. Así que estaba súper emocionada. Y así fue: trepamos montaña por todo lo que antes habíamos hecho de plano. Yo iba como cabra loca y Chris detrás mío tratando de seguirme el paso y de ponerme conversación, en inglés, por supuesto; así que me pasé el día pensando y hablando en inglés, jeje.

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Comimos higos, manzanas y moritas del camino. Como a los doce kilómetros y después de subir y bajar una gran montaña, apareció el primer pueblo; paramos y comimos una pedazo gigante de tortilla española con un café con leche por solo 1.20 euros! ¡Chris no lo podía creer! Dice que en Holanda el solo café costaría como 4 euros.

Estuve feliz, el camino fue precioso, es como un nuevo regalo; o será por la emoción de tomar el Camino Primitivo que promete montañas… no lo sé, pero estuvo perfecto: pasamos puentes medievales, una ermita muy antigua, pueblitos muy pequeñitos hasta llegar a Pola de Siero.

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Me quedé en el albergue municipal. El hospitalero cuando miró mi pasaporte, para sellar la credencial, me dijo: de Colombia, vaya, qué bien hablas el español. ¡Quéeeeee! Sólo pude reírme ante semejante comentario, jajaja.

Después del ritual: bañada, lavada de ropa y estirada, me fui con Chris a comer. El hospitalero nos recomendó un lugar típico y sí, estaba delicioso: comimos jamón serrano, mejillones y cachopo, que es una preparación del lomo rebosado, muy bueno; tomamos cervezas y de postre un delicioso arroz con leche. Luego café.

Conversamos lo que pudimos, hasta con traductor. ¡Chris es divino! Me encantó su alegría, su energía todo el tiempo. Me dijo que nunca había llegado tan temprano a los albergues porque no caminaba tan rápido como yo, jeje. Pero disfrutó igual. Son las diferentes maneras de descubrir el Camino, por eso es tan personal.

La pierna sigue doliendo, siento rabia y tristeza cuando el dolor asoma y se queda, porque al final de las jornadas siento muchos tirones, pero bueno, sigo haciendo mis estiramientos, levantando las piernas y poniéndome hielo, y con la fe de que algún día desaparecerá.

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Datos interesantes

  • El Camino de Santiago no es un solo camino. Para llegar a Santiago de Compostela hay al menos doce caminos diferentes (en España). El primero de todos ellos fue el Camino Primitivo (como su nombre lo dice); fue el que tomó Alfonso II El Casto en el siglo IX para visitar la recién descubierta tumba del apóstol Santiago, pero con el tiempo el Camino Francés (que sale de Francia, de allí su nombre) se volvió más conocido y es el que la gran mayoría de la gente hace.
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Chris

Etapa diecisiete

“Lo que llamáis azar no existe. Hay una causa para todo efecto / y todo efecto es la causa de otro efecto. El universo no es sino una gloriosa red de fenolenos casuales.” Mónica Gae

 

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La Isla – Amandi: 26 kilómetros

La etapa de hoy fue muy bella, la he titulado “la etapa de las manzanas”, porque ha sido donde más he visto árboles y frutas de este tipo. Bueno, es que estoy en Asturias, la región de la sidra, una bebida hecha de manzana con algunos grados de alcohol. Deliciosa. Hoy la probé y me encantó porque además es todo un ritual tomarla. Ya les contaré.

Hoy, además de montones de sembrados de manzanos, pasé pueblitos de piedra preciosos, así como bosques y luego hacia la montaña, ya como despidiéndome del mar, no sé si sea la última vez que lo vea.

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Caminé contenta desde la hora azul, sola, recibiendo sol, luz, la mañana, los sonidos de la naturaleza, los paisajes que me llenan cuerpo y alma y olvidando por un momento la pierna. Sí, vuelve a doler después de los 20K. No quiero ser un monotema pero la verdad la tengo más o menos dominada con la venda. Duele menos. Estoy tranquila.

Llegué a una ciudad que se llama Villaviciosa, que en español antiguo quería decir “tierra fértil”. Tiene un río precioso al lado, con mucha vegetación, es muy linda. Y pasando Villaviciosa llegué a Amandi, que también me encanta ese nombre, y fue el momento de probar la sidra.

Ya Dani me había contado cómo era el tema de la sidra, porque no te dan una copa: ¡te dan la botella entera! ¡Ayayay! ¡Qué susto! Entré a una sidrería, pedí un bocadillo (pan baguete con lomo de cerdo) y pedí mi sidra. La chica que me la puso sirvió la primera: mano derecha con la botella por encima de la cabeza; mano izquierda con el vaso de boca ancha lo más abajo que se pueda. Y se sirve así para que la caída alta la oxigene. Lo máximo.

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Me tomé unos dos vasos y me llevé la botella al albergue. Este albergue también era de donativo y fue recomendación de Dani. Yo, a su vez, esta mañana le conté a mis compañeros peregrinos, y poco a poco todos llegamos allí. Sergio, el hospitalero, ser maravilloso, lo amé.

Cuando llegué y después de mi ritual le dije que si me daba hielo para mi pierna, y él me dijo: tengo algo mejor: tomó una silla plástica y me llevó a un pequeño recodo cerca a la casita albergue por donde pasaba un río precioso. Me puso la silla dentro del agua y me dijo: quédate un rato aquí y verás cómo el agua helada es mejor que el hielo. No pude tener mejor terapia esa tarde. Me quedé unas dos horas con los mies en el agua, contemplando el río y el bosque que se internaba en el agua. Escuchaba los pajaritos y por momentos pequeñas gotas de lluvia que caían al río. Los pececitos me mordían los pies -pedicure gratis-. El tiempo se me pasó volando. Estoy tranquila. Estoy feliz. No hay más pensamientos en mi cabeza y mi corazón que la belleza de los lugares que conozco.

¿Cómo lograré que todas estas imágenes no salgan de mí?

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Datos interesantes

  • Hoy me paró un hombre de un pueblo y muy querido preguntándome de donde venía, sorprendido del montón de kilómetros que había hecho y me dice: ¿Por qué no te trajiste una amiga para no caminar sola? Yo me pregunto: ¿Cuál es el problema de caminar sola? Creo que todavía la gente se asombra de que una mujer esté sin compañía… ejem…
  • Sergio me mostró unos gráficos que hizo de las edades de las personas que han pasado por su albergue haciendo el Camino, y es muy curioso: la gente que más lo hace son jóvenes entre 18 – 25 años o adultos entre los 50 – 65 años. Es decir, adultos entre 30 – 40 años son los que menos. Mmmmmmm…. ¿qué será?

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Etapa dieciséis

“Cuesta comprender que nos pasamos media vida persiguiendo cosas que nos hacen daño. Cuesta demasiado darse cuenta, y lo que más cuesta después es deshacer el desengaño”. Marwan

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Cuerres – La Isla: 26 kms

Esta mañana Katrina nos levantó a las 7:30 am con música… qué momento tan especial, jeje. Esas son las cosas que se aprecian desde el corazón. Y el desayuno… bueno, d e l i c i o s o. Unos panes riquísimos, café de verdad, jugo de naranja, pero lo mejor, la sonrisa de ella y la energía tan bella que dejó en cada uno de nosotros con su abrazo de despedida.

Salí a caminar con la pareja de catalanes: Jordi y Mariona. ¡Resultó que Jordi hablaba más que yo! jajajaja, y eso de alguna manera hizo que se fuera más rápido el día. Hace muchos días que caminaba sola y tener compañía -en español- fue relajante, fue como un baño en el mar.

Caminamos a muy buen ritmo, nos llovió un poco pero disfrutamos del camino: en un punto volvimos a salir al mar y estaba muy nublado, no había límite preciso entre cielo y mar, era como si se desdibujara esa frontera; luego subimos a unos los acantilados, el mar embravecido, el Cantábrico que es como un ser de temperamento fuerte, serio, que te mira intenso, profundo, pero que en el fondo es hermoso y tierno, y te enamora locamente.

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Nuevamente a los 20 kilómetros me comenzó el dolor de la pierna pero lo ignoré; es mi nueva técnica, jeje, junto con vendármelo para “aprisionar” el dolor; caminé y ya. Cuando llegamos a La Isla (que no es una isla), Jordi y Mariona seguían hasta un pueblo más adelante y me pidieron seguir con ellos pues fue una maravillosa jornada de charlas y risas pero no, no podía, ya tengo claros mis límites y lo que necesita mi cuerpo, así que nos despedimos y cada uno siguió su etapa. Así es el Camino, así es la vida.

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Llegué al albergue, luego llegó un chico argentino, Matías, al que había conocido dos días atrás y nos pusimos a conversar. Mucho más tarde llegaron las italianas, una alemana y un chico holandés que estaban en Cuerres. Al final fuimos como ocho peregrinos en un albergue como de quince literas.

En la noche hicimos una cena comunal: comimos tortilla española, aceitunas, anchoas (de Santoña), delicioso pan, una sopa de sobre (guacala, jeje), arvejas, chorizo y vino que nos regaló una francesa que llegó al albergue. ¡Estuvo deli!

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  • Dani ya va en su segundo día del Camino Primitivo. Nos hablamos todos los días y es una alegría para mí que exista(s) en este AQUÍ y este AHORA.

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Etapa quince

«Deja que tus sueños sean más grandes que tus miedos».

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Poo de Llanes – Cuerres: 24 kms.

Hoy regresé a mi rutina con toda la disposición: me levanté temprano, antes del amanecer, desayuné y salí. Salí ligera, renovada, me sentía muchísimo mejor, y aunque había dolor, ya casi que es parte de mi vida, así que salí.

El amanecer me llenó el cuerpo con su luz rosa-naranja, y luego el caminito que me llevó por toda la orilla del mar. El mar al amanecer… Luego vinieron senderos, caminos cubiertos de bosque y piedra, arboledas, todo tan bello… Como a los cinco kilómetros paré a descansar en una playa de pequeñas rocas blancas, era hermoso, rocas en vez de arena, nunca había visto una playa así. La belleza de estos espacios-momentos de verdad a veces me supera.

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A los dieciocho kilómetros comenzó el dolor «de verdad»… traté de hacerme la loca, de mandarle audios a Dani, de tararear canciones, pero no; ahí estaba igual de fuerte. Qué rabia. En el kilómetro 20 quería morirme, pero entre la terquedad, la locura y la fuerza de la mente llegué al albergue. Me tiré en un gran balcón que tenía. Eran las 2pm y abrían hasta las 3pm. Estiré y me quedé allí en el suelo con los pies elevados.

Y éste resultó ser el albergue más bello del mundo mundial. Era impresionante: Una enorme casa de madera, perfecta, mirando hacia esas montañas que me traen enamorada. La entrada era un enorme espacio como de balcón para mirar y admirar el paisaje. Adentro tenía todo un sistema de eficiencia energética para ser ecoambiental, ecoamigable, bioperfecta, biodegradable y todas esas cosas.

“Reposo de Andayon” es un albergue privado (de donativo) que tiene Katrina hace unos seis años. Ella fue peregrina y quiso tener un albergue ameno, tranquilo y sobre todo inolvidable para los peregrinos. Y eso es este lugar. Y con tan buena suerte que también ofrecía masajes, así que de una me apunté. El masajista era deportivo, de futbolistas, así que estuve en las mejores manos. Me puso frío y calor, me dio algunas recomendaciones y me dejó como nueva, jeje. Piernas, espalda y cuello.

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Aquí volví a ver dos chicas italianas que conocí en Pobeña, hace mil vidas, jeje, y conocí una pareja de chicos catalanes muy queridos. Hablamos mucho en la tarde. La cena, vegetariana, hecha por Katrina, maravillosa… éramos como doce peregrinos, esa es la capacidad del albergue (otro punto a favor). En la segunda planta estaba el dormitorio, abierto, todo de camas bajas. Qué delicia disfrutar de pequeños placeres. Amo sentirme conectada solo con esto, con este segundo que voy viviendo. Me alegra haber dejado atrás el teléfono.

Ah… olvidé decir que fue allí donde tomé la decisión de no seguir escribiendo el blog, lo cual ahora, en retrospectiva, fue la mejor decisión. El Camino comenzaba a “hablarme” y yo no estaba escuchando porque no estaba allí, estaba “a dos bandos” y eso era una gran distracción.

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Datos interesantes

Quiero explicar cómo funciona lo de los albergues:

  • Están los «Municipales», manejados por voluntarios de Asociaciones del Camino de Santiago o por personas que apoyan al Municipio y sólo reciben peregrinos. Estos albergues suelen ser grandes, todos de literas y se paga un «donativo» de 5 euros. Lo pongo entre comillas porque nunca entendí lo de «donativo» si ese era el valor que cobraban. El «hospitalero» es quien maneja el albergue y pues ese es su trabajo y suelen estar solo para darte la cama,  sellarte la credencial y poco más. En estos albergues no se puede reservar cama, se llenan por orden de llegada y sólo puedes quedarte una noche.
  • Luego están los privados «de donativo»; esos sí son de donativo de verdad. El «hospitalero» nunca te va a pedir que pagues: tiene un buzón para que dejes lo que quieras cuando ya te vas. Estos albergues son de peregrinos que han decidido montarlos para ofrecer una experiencia más cercana: dormida, cena y desayuno caseros, más lavada de ropa y lo mejor: la calidez. ¡Ah! y wifi. Son personas que conocen el Camino, que saben cómo llega uno después de caminar 20-25 kms., que te reciben con una sonrisa, un café y una agradable conversación. En estos albergues se puede reservar llamando y, de acuerdo con la situación, te puedes quedar una noche más. Hasta ahora he estado en dos y sé de unos cuantos más para más adelante.
  • Por último están los albergues privados con precio fijo, como el de Poo de Llanes, que reciben peregrinos pero también otro tipo de viajeros